El cantante malagueño nos recordó canciones de las que interpretaba con Danza Invisible tanto como otras de los discos editados a su propio nombre.
Javier Ojeda brilló el jueves 26 de octubre como la estrella que es en la última Noche Icónica en Meliá Sevilla. ¡No podíamos haber soñado con un cierre de ciclo más emocionante!
A pesar de ser el de mayor duración de todos los que han ofrecido los artistas anteriores a él, no se hizo largo en ningún momento y el cantante ofreció un repertorio muy variado, abarcando canciones de sus discos en solitario y de los de Danza Invisible, interpretadas de una forma versátil, con registros vocales muy diferentes y ajustados al estilo que correspondía en cada caso.
También ocuparon un lugar de honor en el concierto los dos músicos que le acompañaban, Agustín Sánchez, guitarrista habitual de Antílopez, y Daniel Lozano, teclista de Efecto Mariposa. Ellos dos fueron los que pusieron la máquina en marcha con la introducción instrumental de Sin ti, la primera de las canciones de Ojeda. Luego tuvieron más momentos de lucimiento, como en el final de No habrá fiestas para mañana, cuando Ojeda se retiró discretamente del escenario y se quedaron ellos dos solos en un magnífico outro, o cuando se enfrentaron a un par de perfectos solos con sus instrumentos cada uno de ellos.
Era esta la primera vez en toda su carrera, que abarca ya 41 años, en la que Ojeda se presentaba en Sevilla en formato acústico y quería dejar buen recuerdo de ello. Lo consiguió desde el inicio, añadiendo contexto a sus canciones, metiéndose entre el público durante sus interpretaciones, dando toques de humor y de intensidad emocional en muchos momentos; en suma, equilibrando la jondura y la gamberrada, como él mismo definió su actitud en el inicio de El vino se acabó. Con la que comenzó, Sin ti, es una canción de Polo Sur, el primer disco que Ojeda editó a su nombre, y continuó con otra de un EP también propio, que grabó durante la pandemia para intentar quitarse el muermo que el encierro le producía; se trataba de Mambo italiano, que a pesar de parecer una canción de esa nacionalidad fue en realidad un éxito de la gran estrella americana Rosemary Clooney. La versión de Ojeda resultó muy sui generis… ¿eso de cantar en italiano metiendo frases estrafalarias como enchilada con la pizza bacalada, no les recuerda a un icono musical sevillano?
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Javier Ojeda podría ser como muchos cantantes pop de los 80, que han sido consagrados durante varias décadas en las radio-fórmulas y crean en persona una especie de infierno rígidamente nostálgico. En cambio, anoche se mostró en unos estados de forma, voz y actitud que hacen brillante la dinámica de sus conciertos actuales. Sus canciones más conocidas quizás no son terreno para grandes improvisaciones vocales, aunque Ojeda jugó con ellas, resolviéndolas muy bien, probándolos para ver qué tipo de repeticiones, agrupaciones de frases y estiramientos de vocales podían soportar. Combinó lo trascendente y lo mundano, asumiendo que él mismo es la esencia de la contradicción, tan místico como terrenal
Fotos: Luis Rivera
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