Como la mayoría de los niños que nacen en los meses de verano, Juan Amodeo ha tenido que celebrar sus 30 en una fecha distinta a la de su nacimiento. Sólo han mediado cinco días, los necesarios para reunir a un grupo de invitados en una fiesta irrepetible. Al escenario de la Plaza de España subieron una decena de artistas en el espectáculo más original de los que se llevan organizando en Icónica Sevilla Fest en sus tres ediciones. El público que cantó el cumpleaños feliz al joven humorista estuvo formado por 5.000 gargantas. Las primeras veces que Amodeo se atrevió con sus monólogos en los bares, apenas había cinco personas. Ya se lo decía su madre cuando el joven sevillano le contó su vocación: «Eso es muy difícil, si sólo llega uno entre un millón». Hoy, llena teatros y sus vídeos en redes sociales son seguidos por miles de aficionados.
En la cita de anoche el humorista replicó la receta de su éxito: la frescura y naturalidad de quien bucea en sus propias vivencias para conectar con el auditorio. Y Juan Amodeo es un chico corriente con un talento extraordinario para transmitir alegría hasta en los momentos más tristes. Como el fallecimiento de su padre cuando sólo tenía 14 años. Presentó el sevillano a su familia, habló del matriarcado de Ana, su progenitora, a la que agradeció su dedicación con una copla carnavalera de los también artistas locales Mi hermano y yo con el gaditano Ricky Rivera a la guitarra. Y a partir de ahí, y durante dos horas y media de show, Juan Amodeo fue intercalando sus historias -con continuos cambios de vestuario- con las actuaciones de otros amigos que no quisieron perderse el fiestón que montó. Una celebración que bien podría entenderse como un pregón, un canto a Sevilla a través de sus experiencias: sus estudios en el colegio religioso Claret, las canciones de su infancia -hizo una versión reguetonera de Susanita tiene un ratón-, su primera novia -con la que rompió por la distancia, «vivía en el Aljarafe»- , la relación con su abuelo Bo, que le representó en sus inicios, sus botellones en Chile o el Picachu o su amor a la Feria. Realizó hasta un plebiscito entre el público para «ahorrarle el trabajo al nuevo alcalde» sobre la duración de la fiesta de la primavera. Su caseta estuvo amenizada por Las Soles y por los chistes de su «primo de Valladolid», el colega J. J. Vaquero. Y para que no decayera la fiesta, Los Castizos ofrecieron un medley con los temas que los jóvenes de los 2000 seguro que han bailado y coreado en más de una ocasión en sus salidas nocturnas. Sonó Pájaros de barro de Manolo García, pero, por primera vez, no suponía la despedida.
Habló además Amodeo de su actual pareja, con la que también ha tenido que superar la distancia y le dedicó Mi estrella del sur, una de las canciones más populares de otro de sus amigos invitados, Fondo Flamenco. Para ilustrar la otra cara del amor, el espectáculo contó con una pincelada de Beret, un adelanto de lo que el sevillano mostrará el 7 de julio en este mismo escenario de la Plaza de España.
El 30 aniversario de Juan Amodeo fue también una declaración de intenciones. Las ganas de crecer sin perder la mirada del niño que fuimos, la de crecer «cantando las penas». «Orgulloso de nacer en los 90», el humorista aprovechó la ocasión para reflexionar sobre la salud mental y agradecer a su psicólogo y a todos los sanitarios por su labor.
Como en todo cumpleaños, no faltaron ni la piscina de bolas, ni los globos, ni los te quiero, ni mucho menos las sorpresas. La mitad de SFDK le cantó El niño güei para cerrar un espectáculo que demostró que «lo mejor que podemos hacer en la vida es reír». El humorista del barrio de Pedro Salvador se atrevió en su fiesta a cantar para poner el broche de oro a su gran noche con un tema escrito para la ocasión, su regalo a Serva la Bari. No deja de mirar al sur el cómico por mucho éxito que coseche. Porque «Sevilla, pero no se toca».
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