La Raya es un territorio fronterizo. Pero no la frontera como línea de separación, sino la frontera como territorio permeable, abierto a los flujos que vienen del otro lado. Un lugar de pertenencia a dos mundos. Un lugar de paso y de comunicación, un lugar que Cuca Roseta reivindica para este disco de canciones compartidas con el guitarrista Daniel Casares. Este disco tiene tanto de fado como de flamenco. Tanto de voz como de guitarra. Es pionero en el intercambio entre dos géneros que se funden con la historia de sus respectivos países.
En Rayana fado y flamenco son dos lenguajes en permanente seducción, cada uno queriendo pertenecer al universo del otro. Ambos queriendo redescubrirse a través de los ojos que lo observan desde el otro lado de la frontera.

Todo comenzó de manera accidental. El destino quiso que Cuca Roseta (una de las más grandes y hermosas voces del fado después de Amália) y Daniel Casares (uno de los más destacados guitarristas de flamenco, que ha actuado junto a grandes nombres del género, pero también, por ejemplo, con la mezzosoprano Cecilia Bartoli) coincidieran en el cartel de un mismo festival. Y sin saberlo aún, asistieron al concierto del otro, quedando tan encantados que de esa noche nació la voluntad de trabajar juntos. Pero no lo confesaron de inmediato.

Sin embargo, dos semanas después de que la fadista se preguntara cómo podría llamar a Casares para unirse a él, cuando ninguno de sus proyectos de aquel momento tenía sentido como atajo para una colaboración, fue Casares quien dio el primer paso, enviando un mensaje que contaba lo mucho que había quedado enamorado por su voz y compartía su interés en poder trabajar juntos en algo de raíz. A partir de ahí, fue sencillo: Cuca Roseta trajo el fado, Daniel Casares llegó con el flamenco, eligieron algunos temas de los repertorios de los dos lados de la frontera y tocaron juntos, ofreciendo la historia del género al que se dedican, su historia personal en relación con esa tradición y la historia improvisada e intuitiva de cómo encajan en el universo del otro.

Para Cuca Roseta, el flamenco no era un lenguaje desconocido o distante. No era nueva su admiración por voces como las de Estrella Morente, Diego el Cigala, Niña Pastori, Miguel Poveda o Enrique Morente; y mucho menos su fascinación por clásicos como Paco de Lucía y Camarón de la Isla. Prestar su voz a temas del repertorio flamenco, sí sería algo nuevo. Esto se facilitó gracias a la comprensión de que hay en ambos géneros, flamenco y fado, una expresión común, una forma reflejada de transformar sentimientos y emociones en música. La gran diferencia, cree Cuca Roseta, es que mientras “el fado es una melancolía más contenida, el flamenco se convierte en grito, golpea el pie, abre el pecho y se queja con el destino”.

Encontrada esa admiración mutua y la apertura para ser contagiados por el lenguaje del otro, Cuca Roseta y Daniel Casares comenzaron a investigar e identificar el repertorio que podrían abordar juntos. Casares, sobre todo, envió a la fadista una amplia selección de canciones españolas que podrían encajar bien con su voz. Cuca Roseta siguió luego los mismos pasos que adopta cuando prepara un disco de fados: escuchó los temas en busca de aquellos que la emocionaban y leyó atentamente las letras, comprendiendo qué historias eran esas y si también podían ser las suyas. Porque la emoción de su canto siempre ha dependido de creer con todas sus fuerzas en cada verso, siempre ha implicado que en cada letra descubriera su vida y sus experiencias, siempre ha exigido que al cantar se estuviera cantando a sí misma.

En esta aproximación al universo del flamenco, y al mismo tiempo que rinde homenaje a los grandes autores y las grandes voces de tierras de España, Cuca Roseta también quiso regresar a su mayor referencia: Amália Rodrigues. Si fue Amália quien iluminó su camino en el fado, ahora, llevando su voz más allá de la frontera, la cantante también quiso investigar todo el repertorio en castellano grabado por Amália (en álbumes como Sings Fado from Portugal, Flamenco from Spain). Y fue en ese movimiento que terminó eligiendo tres temas de enorme intensidad como “Si Si Si”, “Lerele” y “La, la, la” (esta última una canción de gran popularidad en España, pero pocas veces reinterpretada). La herencia de Amália que Cuca Roseta siempre lleva consigo se hace presente también a través de las esplendorosas versiones de “Estranha Forma de Vida” o “Lágrima”, transformadas por la guitarra de Casares y escuchadas como nunca las hemos oído gracias a las interpretaciones únicas y sorprendentes de Cuca Roseta. Porque esta es una de las lecciones más bellas de Rayana: no se trata simplemente de superponer el fado y el flamenco, sino de permitir que ambos géneros se fusionen y creen nuevos paisajes sonoros.

En busca de un encuentro entre ambos mundos, y sin preocuparse por alinearse con los valores más tradicionales en ninguno de los casos, somos invitados a embarcarnos en un viaje de descubrimiento del otro y de redescubrimiento de uno mismo. Fue esa experiencia, sin ningún ensayo preparatorio, la que Cuca Roseta y Daniel Casares, dos intérpretes de absoluta excelencia, comenzaron a probar en conciertos y a darse cuenta de lo mucho que ese encuentro espontáneo debía ser la regla durante las grabaciones. Y así sucedió también con los dos temas inéditos, con composición de Casares y letras de Cuca, que los dos crearon y registraron en un estudio junto a la playa, en Málaga, durante tres días intensos que la grabación no puede ocultar.

Rayana es la prueba de que las fronteras no son más que líneas imaginarias que se pueden cruzar sin limitación alguna. Y de cómo lo que realmente importa al visitar y dialogar con otra cultura es estar abierto a dejarse transformar por ella. Sin temor a perder la identidad. Al contrario, en Rayana, la identidad es un hermoso y apasionante universo en expansión.